The nostalgia of mud reflected in fashion

Dirty Looks
Thursday 25 Sep 2025 — Sunday 25 Jan 2026
Barbican Art Gallery, London, UK

The art blueberry next to Michaela Stark artworks, 2025

A few weeks ago, I went to the Barbican Gallery to see Dirty Looks, an exhibition that invites you to view fashion in a new light. We usually associate fashion with gloss and luxury, yet this show explores the many ways it has embraced “dirty” aesthetics over the past fifty years — from their emergence in the West as symbols of transgression and rebellion to their evolution into radical forms of craft that question global consumption habits and redefine ideas of modernity, beauty, and luxury.

Dirty Looks: Desire and Decay in Fashion traces an ongoing nostalgia for mud — a human desire to reconnect with the earth that manifests in many expressions. Upon entering the exhibition, the first thing you encounter is two pairs of wellies previously owned by Queen Elizabeth II and supermodel Kate Moss. I thought this was a very effective introduction to Britain’s love of “messy” ecological aesthetics — a playful, slightly irreverent counterpoint to the traditional rural idyll.

The show is arranged thematically, with established designers displayed in the upper galleries and emerging designers in the lower ones. In broad terms, “dirt” here has three sources: the designer, the body, and the environment.

Starting in the upper galleries, as recommended, you encounter some of the exhibition’s highlights — Vivienne Westwood and Malcolm McLaren among them. First seen on the runway in the 1980s, the aesthetics of mud emerged as a subversive challenge to traditional notions of luxury, class, and refinement. Around the same time, Issey Miyake, Rei Kawakubo, and Yohji Yamamoto were questioning Western ideals of beauty and perfection, embracing instead aesthetics that expressed transience, patina, and humility — qualities linked to wabi-sabi philosophies.

In 1993, Hussein Chalayan’s influential graduate collection The Tangent Flows featured garments buried with iron filings in a friend’s London backyard. The rusted dresses expanded the notion of garments as living, organic beings which, like humans, are of the earth and return to it in a cycle of ruination and renewal. Their survival is a striking retort to our culture of disposable fashion, exposing the mass-produced, internet-sold side of the industry as incomparably “dirtier” by contrast.

I was particularly inspired by Maison Margiela’s deconstructive designs, Hussein Chalayan’s poetic transformations of garments through burial and exhumation, and by an installation by Chinese designer Ma Ke, who made her Paris Fashion Week debut in 2007 with The Earth, launched under the label Wuyong. The label was a response to what Ma Ke described as a “heartbreaking loss of craft and tradition” in China.

Spanish designer Miguel Adrover’s gown, hand-painted with birds and then caked in Nile mud, stood out for its combination of delicacy and decay. Tarnishing techniques vary between designers, as does the meaning of grime — Westwood’s mud transgresses bourgeois sensibilities, while Kawakubo’s connects more closely to the natural world and traditional dyeing methods.

The section addressing the “dirtiness” of our own bodies and fashion’s waste streams spoke to me least. Yet it completes the circle, showing how contemporary fashion uses dirt, sweat, and stains to question Western beauty ideals while exposing the glossy, mass-produced side of fashion as the truly “dirty” one.

The lower galleries, focused on emerging designers including Paolo Carzana, Alice Potts, Michaela Stark, Solitude Studios, Elena Velez, and Yaz XL, felt to me the most provocative. This new generation revisits ideas of dirt and decay for their symbolic power, using them to visualise renewal, resistance, and more sustainable futures for fashion. Their work reflects the deepening crises of our time — particularly environmental degradation — while imagining a paradise regained through practices rooted in folklore, neo-paganism, and alternative craft traditions such as upcycling, regenerated textiles, and the creative reuse of deadstock.

In summary, I found it fascinating to see how mud and dirt in fashion have evolved — from a rebellious and romantic statement in the 1980s to a more conscious, environmentally aware approach that exposes the glossy side of the industry while redefining ideas of luxury and beauty. If, like me, you’re interested in fashion as a creative force, I’m sure you’ll enjoy this exhibition.

La nostalgia del barro reflejada en la moda

Dirty Looks
Jue 25 Sep 2025 — Dom 25 Ene 2026
Barbican Art Gallery, Londres, Reino Unido

Hace unas semanas fui al Barbican Gallery para ver Dirty Looks, una exposición que invita a mirar la moda desde una perspectiva diferente. Normalmente asociamos la moda con el brillo y el lujo, pero esta muestra explora las múltiples formas en que la moda ha abrazado la estética “sucia” durante los últimos cincuenta años — desde su aparición en Occidente como símbolo de transgresión y rebeldía, hasta su evolución hacia formas radicales de artesanía que cuestionan los hábitos de consumo global y redefinen conceptos de modernidad, belleza y lujo.

Dirty Looks: Desire and Decay in Fashion traza una nostalgia constante por el barro — un deseo humano de reconectarse con la tierra que se manifiesta de muchas maneras. Al entrar en la exposición, lo primero que encuentras son dos pares de botas de agua que pertenecieron a la reina Isabel II y a la supermodelo Kate Moss. Me pareció una introducción muy efectiva al gusto británico por la estética ecológica “desordenada”, un guiño humorístico y ligeramente irreverente frente al paisaje rural idealizado.

La exposición está organizada de forma temática, con los diseñadores consolidados en las galerías superiores y los emergentes en las inferiores. En términos generales, la “suciedad” aquí tiene tres fuentes: el diseñador, el cuerpo y el entorno.

Comenzando por las galerías superiores, como se recomienda, se encuentran algunos de los momentos destacados de la muestra — entre ellos Vivienne Westwood y Malcolm McLaren. Presentada por primera vez en la pasarela en los años 80, la estética del barro surgió como un desafío subversivo a las nociones tradicionales de lujo, clase y refinamiento. Al mismo tiempo, Issey Miyake, Rei Kawakubo y Yohji Yamamoto cuestionaban los ideales occidentales de belleza y perfección, adoptando estéticas que expresaban transitoriedad, pátina y humildad — cualidades vinculadas a las filosofías del wabi-sabi.

En 1993, la influyente colección de graduación de Hussein Chalayan, The Tangent Flows, presentó prendas enterradas con limaduras de hierro en el jardín de un amigo en Londres. Los vestidos oxidados ampliaron la noción de la prenda como un ser vivo y orgánico que, al igual que los humanos, proviene de la tierra y retorna a ella en un ciclo de ruina y renovación. Su supervivencia constituye un poderoso contrapunto a nuestra cultura de moda desechable, mostrando que la moda producida en masa y vendida por internet es, por contraste, incomparablemente más “sucia”.

Me inspiraron especialmente los diseños deconstruidos de Maison Margiela, las transformaciones poéticas de Hussein Chalayan de las prendas mediante su entierro y exhumación, y una instalación de la diseñadora china Ma Ke, quien debutó en la Paris Fashion Week en 2007 con The Earth, bajo el sello Wuyong. La marca surgió como respuesta a lo que Ma Ke describió como una “desgarradora pérdida de la artesanía y la tradición” en China.

El vestido del diseñador español Miguel Adrover, pintado a mano con aves y luego cubierto de barro del Nilo, destacaba por su combinación de delicadeza y decadencia. Las técnicas de deterioro varían entre los diseñadores, al igual que el significado de la suciedad: el barro de Westwood transgrede las sensibilidades burguesas, mientras que el de Kawakubo se conecta más estrechamente con la naturaleza y los métodos tradicionales de tintura.

La sección dedicada a la “suciedad” de nuestros propios cuerpos y de los residuos de la moda fue la que menos me impactó. Sin embargo, completa el círculo, mostrando cómo la moda contemporánea utiliza tierra, sudor y manchas para cuestionar los ideales de belleza occidentales, mientras que revela el lado brillante y producido en masa de la moda como el realmente “sucio”.

Las galerías inferiores, centradas en diseñadores emergentes como Paolo Carzana, Alice Potts, Michaela Stark, Solitude Studios, Elena Velez y Yaz XL, me parecieron las más provocadoras. Esta nueva generación revisita las ideas de suciedad y decadencia por su poder simbólico, utilizándolas para visualizar la renovación, la resistencia y futuros más sostenibles para la moda. Su trabajo refleja las crisis cada vez más profundas de nuestro tiempo —especialmente la degradación ambiental—, al mismo tiempo que imagina un paraíso recuperado a través de prácticas inspiradas en el folclore, el neopaganismo y tradiciones artesanales alternativas como el upcycling, los textiles regenerados y la reutilización creativa de deadstock.

En resumen, me pareció fascinante ver cómo el uso del barro y la suciedad en la moda ha evolucionado —desde una declaración romántica y rebelde en los años 80 hasta un enfoque más consciente y respetuoso con el medio ambiente, que expone el lado brillante de la industria mientras redefine los conceptos de lujo y belleza. Si, como yo, te interesa la moda como fuerza creativa, estoy segura de que disfrutarás de esta exposición.

Author: The art blueberry

Creative Director of The Art Berries. I enjoy engaging with and immersing myself in the latest art exhibitions in London and abroad, and writing about them on my website theartberries.com. --- Directora Creativa de The Art Berries. Disfruto interactuando y sumergiéndome en las últimas exposiciones de arte en Londres y en el extranjero, y escribiendo sobre ellas en mi website theartberries.com.

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